PRENSA DE GUERRA





                                                                                                Imagen obtenida de google.es

En el apartado "Tinta de Hemeroteca" de heraldo.es hemos rescatado un artículo y una reflexión de Mariano García que nos parece interesante publicar en nuestro blog, tras el salto de página (haciendo clic en el título de la entrada) encontraréis el artículo completo.


7 Abril, 2010 por Mariano García

Al acabar la guerra civil, el control que las autoridades tenían de los medios de información era férreo y total. Vean, si no, la noticia que publicaba HERALDO el 24 de enero de 1942. Reproduzco todo el texto, que decía así: “Hallazgo de un cadáver. En la acequia de Ranillas, y en el término de Juslibol, fue hallado ayer el cadáver de un hombre. El Juzgado se personó en el lugar del suceso y, después de instruir las diligencias de rigor, ordenó el traslado del cadáver al Depósito”.
Tal cual lo leen. Parece la noticia de un suicidio o, como mucho, de un fatal accidente. Pero sin mayor trascendencia, ¿no? Pues cinco días más tarde se publicaba esto:
El jefe superior de Policía, don Facundo Valías Valls, al hablar anoche con los periodistas, les dio cuenta de que había sido detenido el autor de un crimen cometido en Zaragoza el día veinte del actual. Como recordarán nuestros lectores, oportunamente publicamos la noticia de que en la acequia de Ranillas, en el término de Juslibol, había sido encontrado el cadáver de un hombre, que presentaba heridas en diferentes partes del cuerpo. La víctima, a pesar de que no llevaba documentos, fue identificada por el comisario jefe de la Brigada de Investigación criminal don Ismael Bas Ballester y el agente don Casimiro Gaspar.
Se trataba del conocido maleante Felipe S., de 74 años de edad, natural de Albalate del Arzobispo. La Policía tuvo desde el primer momento la impresión de que Felipe S. había sido asesinado, como quedó demostrado después por el dictamen de la autopsia. Los forenses apreciaron a la víctima una herida inciso-punzante en la región malar del lado derecho, otra en el ángulo interno del ojo del mismo lado, otra contusa de cuatro centímetros de extensión en la región parietal izquierda, con fractura de la lamina ósea, dos heridas contusas en la región occipital, y otra en el costado izquierdo de dos centímetros de anchura y bastante profunda.
Una vez comprobado que se trataba de un crimen, el jefe superior de Policía, señor Valías Valls, ordenó que comenzaran a practicarse investigaciones para esclarecer el hecho y lograr la detención del autor. La realización de este servicio fue encomendada al comisario don Ismael Bas Ballester, quien comenzó inmediatamente su actuación, secundado por el inspector don Mariano Herrera y los agentes señores Gonzalvo, Catalán, Gil y Cerezuela.
Después de varios días de laboriosas investigaciones, los citados funcionarios lograron detener a Ismael T., de veintiún años de edad, campesino, natural de Puente La Higuera (Valencia), sin domicilio conocido; y a Juan L. Moltó, de dieciocho años, natural de Toulouse (Francia). Al primero le fue ocupada una navaja de regulares dimensiones, en la que aparecían manchas de sangre, y una baraja, algunos de cuyos naipes presentaban manchas sospechosas.
Ambos negaron rotundamente haber intervenido en el crimen; pero, sometidos a un hábil interrogatorio, declararon que el día del hecho pernoctaron en una casilla situada en las proximidades de la acequia de Ranillas. En vista de estas manifestaciones, los detenidos fueron trasladados a dicho lugar, donde se realizó una diligencia importante, que permitió el total esclarecimiento del suceso.
El llamado Ismael terminó por confesar que era el autor del asesinato de Felipe S.. Según declaró, estuvieron los tres jugando a las cartas y, a consecuencia de una jugada, discutió violentamente con la víctima, a la que agredió con una navaja y una piedra. Después de golpearle repetidas veces lo arrojó a la acequia. Según el dictamen de los forenses, Felipe S. pereció por asfixia.
Con gusto subrayamos este nuevo éxito alcanzado por la Policía zaragozana, cuya actuación meritísima hemos elogiado en diferentes ocasiones. Merced a la acertada dirección del señor Valías Valls, y al celo desplegado por el comisario señor Bas y los funcionarios señores Herrera, Gaspar, Gonzalvo, Catalán, Gil y Cerezuela, ha podido ser detenido tan rápidamente el autor de ese crimen, en el que concurrían circunstancias que hacían muy difícil su esclarecimiento.
Ya lo ven, un asesinato de los de manual, y la Policía lo sabía desde el primer momento según se puede deducir de la gravedad de las heridas que presentaba el cadáver. Y queda la duda de qué es lo que hubiera pasado si la Policía no resuelve el caso. ¿Se hubiera dicho que había sido asesinato? ¿O la muerte del “conocido maleante” Felipe S. hubiera caído en el olvido? Hoy, el caso hubiera llenado páginas y páginas.

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La Guerra Civil española


La Guerra Civil Española (1936-39) es, sin duda, uno de los períodos más aciagos de la Historia Contemporánea.

Lo que comenzó siendo el alzamiento de una parte del ejército, encabezado por los generales Mola y Franco, con el fin de deponer al legítimo Gobierno de la República y el orden Constitucional imperante, terminó por cobrarse casi un millón de vidas, desgarrando las entrañas mismas de la sociedad.

Tras cumplirse siete décadas del fin de la contienda, es necesario, más que nunca, que permanezca viva en nuestra memoria, sin falsos maniqueísmos, para reivindicar los valores que engloba la dignidad de la persona, cuya conquista no es un hecho irreversible, sino que debe lograrse día a día desde compromisos profundamente éticos, y por tanto, humanos.


Miguel Ángel Motis Dolader, Doctor en Historia