Tal cual lo leen. Parece la noticia de un suicidio o, como mucho, de un fatal accidente. Pero sin mayor trascendencia, ¿no? Pues cinco días más tarde se publicaba esto:
Se trataba del conocido maleante Felipe S., de 74 años de edad, natural de Albalate del Arzobispo. La Policía tuvo desde el primer momento la impresión de que Felipe S. había sido asesinado, como quedó demostrado después por el dictamen de la autopsia. Los forenses apreciaron a la víctima una herida inciso-punzante en la región malar del lado derecho, otra en el ángulo interno del ojo del mismo lado, otra contusa de cuatro centímetros de extensión en la región parietal izquierda, con fractura de la lamina ósea, dos heridas contusas en la región occipital, y otra en el costado izquierdo de dos centímetros de anchura y bastante profunda.
Una vez comprobado que se trataba de un crimen, el jefe superior de Policía, señor Valías Valls, ordenó que comenzaran a practicarse investigaciones para esclarecer el hecho y lograr la detención del autor. La realización de este servicio fue encomendada al comisario don Ismael Bas Ballester, quien comenzó inmediatamente su actuación, secundado por el inspector don Mariano Herrera y los agentes señores Gonzalvo, Catalán, Gil y Cerezuela.
Después de varios días de laboriosas investigaciones, los citados funcionarios lograron detener a Ismael T., de veintiún años de edad, campesino, natural de Puente La Higuera (Valencia), sin domicilio conocido; y a Juan L. Moltó, de dieciocho años, natural de Toulouse (Francia). Al primero le fue ocupada una navaja de regulares dimensiones, en la que aparecían manchas de sangre, y una baraja, algunos de cuyos naipes presentaban manchas sospechosas.
Ambos negaron rotundamente haber intervenido en el crimen; pero, sometidos a un hábil interrogatorio, declararon que el día del hecho pernoctaron en una casilla situada en las proximidades de la acequia de Ranillas. En vista de estas manifestaciones, los detenidos fueron trasladados a dicho lugar, donde se realizó una diligencia importante, que permitió el total esclarecimiento del suceso.
El llamado Ismael terminó por confesar que era el autor del asesinato de Felipe S.. Según declaró, estuvieron los tres jugando a las cartas y, a consecuencia de una jugada, discutió violentamente con la víctima, a la que agredió con una navaja y una piedra. Después de golpearle repetidas veces lo arrojó a la acequia. Según el dictamen de los forenses, Felipe S. pereció por asfixia.
Con gusto subrayamos este nuevo éxito alcanzado por la Policía zaragozana, cuya actuación meritísima hemos elogiado en diferentes ocasiones. Merced a la acertada dirección del señor Valías Valls, y al celo desplegado por el comisario señor Bas y los funcionarios señores Herrera, Gaspar, Gonzalvo, Catalán, Gil y Cerezuela, ha podido ser detenido tan rápidamente el autor de ese crimen, en el que concurrían circunstancias que hacían muy difícil su esclarecimiento.
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